Mi relación con el campo no empezó en un despacho, sino entre olivos, almendros y tierra seca bajo el sol. Desde muy joven, entendí el valor del trabajo agrícola, del esfuerzo diario y de cuidar lo que da frutos.
Fue en 2014 cuando decidí dedicarme de lleno a este oficio. No como un negocio cualquiera, sino como un compromiso real con la tierra, las personas y la calidad del producto.
Comencé ofreciendo servicios básicos de ayuda en la recolección, pero pronto fui ampliando mi experiencia y formación en curado de plantas, poda técnica y gestión de fincas agrícolas. Con cada campaña, aprendí más sobre lo que necesitan los cultivos, y sobre todo, lo que esperan quienes confían en mí.